miércoles, 2 de febrero de 2011
Indonesia con ella.
Mi hermana dice que tras estos días juntas a veces ha visto expresiones mías que la teletransportan a momentos concretos del pasado. Lo que yo he traducido (igual me hacía falta) que hay cosas de mi cara que de repente todavía tienen mucho de la niña que fui.
Admito que me alegra porque desde que he empezado este viaje, el peso de mi estrenada década (de nuevo cerca de cambiar cifra, ahora que lo pienso) me ha hecho bastante compañía, de una manera belicosa al principio, más pacíficamente instalada en los últimos tiempos.
Diría que la autonomía no vende tanto cuando una entra en los treinta (y es mujer). Es como una especie de pánico a la falta de ductilidad, mezclado con una confusión generalizada entre el sentido de la independencia y el de la suficiencia.
Y eso que este año he recibido más que en ningún otro reacciones de empatía y felicitación por la decisión de emprender este viaje en solitario. Paradojas.
Antes del momento teletransporte, yo y mi niña nos reencontramos con mi hermana en Bali hoy ya hace unos veinte días.
(Ni nos hemos enterado).
Sigo teniendo muy desarrollado el sentido de reservar los momentos especiales para las personas adecuadas aunque ahora me resulte mucho más fácil que antes juntarme con cualquiera, y disfrutar de un tiempo concreto.
Por eso hay una serie de cosas que yo todavía no había hecho sola. Justamente porque no las quería hacer sola, y tampoco las quería hacer así por las buenas, sin sentir que era el resultado de algo.
De todas estas cosas, una de las más espectaculares que hemos compartido Eli y yo aquí ha sido la ruta de varios días en moto por el este de Bali. Yo ya me había alquilado moto en Tailandia y durante los días en Indonesia sin ella, pero nada que ver.
Hacerse una ruta con alguien con quién te lees el pensamiento y a quién no puedes mirar cuando algo es puro descaro porque se os lee todo en la cara es genial. Nos divertía todo, nos gustaba todo, estábamos de acuerdo en todo. Nos enamoramos distintas veces, distintos días, distintas intensidades de unos cuantos balineses y balinesas; las terrazas de arroz desde Ubud a Sidemen nos hicieron bajar de la moto más de lo razonablemente práctico, y en todos los pueblos que paramos nos inventamos trabajos imaginarios para los que sería indispensable un retiro en el lugar en cuestión.
Después de Bali cruzamos a Java.
125 millones de personas en una superficie que es una cuarta parte del territorio español.
En Java estuvimos en Jogyakarta, la ciudad del sultán. Pobre, salvaje, transitada. Y puro bum bum. Bombeando energía continuamente. Las sonrisas más enormes jamás encontradas en el entorno más hostil. El tirar adelante como idiosincrasia cuando no existen planes b.
No me importaría quedarme aquí más días, me dice mi hermana mientras yo escribo.
Lo dice tras un largo silencio que le quita todo lo que la frase tiene de obviedad, y la llena de verdad y convicción. No lo dice por decir.
A mi tampoco.
Con ella también fuimos al Merapi.
Fue muy emocionante.
Los panfletos anuncian "dangerously beautiful", a medida que nos acercamos al pueblo.
Me parece precioso, con todo lo simple que es como lema. Me gusta todo lo que anticipa.
Nunca había estado tan cerca de un volcán. Kaliurang, el pueblo más cercano , es un complejo turístico venido a menos que recibe a sus visitantes en medio de una nube de ceniza, humo, vegetación de alta montaña y hoteles vacios y fosilizados, como si al reloj le hubieran arrancado las agujas en un momento concreto y ya nadie se hubiera molestado en arreglarlo.
Y detrás de las plantas enclenques que alguna jornada bienintencionada de reforestación ha colocado como cubiertos en una mesa, todo está dramáticamente quemado.
Hoy sólo nos quedan dos días juntas, aunque ya llevamos alguno más sollozando por la cuenta atrás.
No lo hemos podido evitar.
En dos días estaré volando a Australia. Ella vuelve a Barcelona.
Su visita era un aliento en el horizonte, y de repente, otra vez, pasa a formar parte del álbum.
La mejor compañía, la mejor manera, la mejor telepatía y el mejor país para cerrar esta etapa y cargar las baterías para afrontar el casi espejismo que está por venir.
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6 comentarios:
¡Quiero llorar!
Ei ja us puc imaginar!!!!! ja tinc ganes de veure't Elisenda perquè em facis la crònica al costat d'un altre volcà...aquest cop apagat!!!!
PETONS rodons
magnífico, excelente fotografía
Ostress..M'he emocionat!!! Petons molt grans a les dues!!!
cada día lo escribes mejor.
Y qué decir de un viaje con mi hermana... con una de las personas que más quieres y que más te quiere; que te conoce a fondo y que más conoces; que te entiende tanto, a la que tanto entiendes; con la que has crecido, compartido valores, consejos, miedos y alegrías. Diferentes e iguales. Iguales y diferentes. Pero con unos fundamentos que ni una erupción del Merapi movería. En tres semanas ni una sola fisura, ni una vez utilizamos el comodín; quién sabe si fruto de la felicidad o de nuestra madurez. Con ella, todo fue fácil, y además, emocionante. Este viaje ha sido también un guiño al pasado, a nuestra herencia familiar viajera, a nuestras costumbres más arraigadas. Y ha sido, paralelamente a todo esto, la descubierta de un apasionante pequeño punto en el mundo. Seguramente el destino era lo de menos, pero en eso también acertamos. Qué bonito país. Qué inolvidable experiencia. Y qué privilegio tener una hermana como Mariona para compartirla. Gràcies, sister.
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