lunes, 16 de enero de 2012

Empezar el año con mi hermano, este ha sido el regalo.

Cruzó de China a Melbourne para compartir el primer pedazo de 2012, convirtiendo estas vueltecitas al planeta para vernos en una especie de regalo anual en forma de vacaciones juntos.
O por lo menos así lo hemos decidido, intentando girar un poco la tortilla de la historia.

En otro orden de cosas, esta ventana tan coja y desnutrida últimamente volverá a tener un poco de riego. Es una determinación del 2012 y una necesidad que ya viene de antes. Qué torpeza a veces con las cosas que a uno le sientan bien.

Feliz año y daño, señores. Por cierto, feliz experiencia la de no correr el riesgo de morir atragantada por las uvas, y la de redactar toda la lista de buenos propósitos en tirantes.

viernes, 4 de noviembre de 2011

SECOND ROUND

Graffiti en mi nueva calle en Melbourne,en Northcote


En un delirio de justicia universal -o en mis fantasías postadolescentes, que para el caso es un poco lo mismo-, a veces imagino que todas las personas que se han alejado de mi sin preguntarme si me parecía bien, se juntan en la puerta de mi casa en un terrible ataque de arrepentimiento (nótese que en ese delirio también tengo una casa fija en la que se me puede encontrar, dejar notas, regalos y flores. No hay más mudanzas ni cajas repartidas por distintas ciudades; hay una casa base a la que regresar después de viajes espectaculares por el mundo y oh, milagro! no hay que pagarla).

Volviendo a la fantasía. Misteriosamente, todas estas personas se han dado cuenta al mismo tiempo de cómo molo y cómo la cagaron, y más misteriosamente aún, yo ya no las necesito para nada y soy la reina de la autosuficiencia.

Podría decirles un montón de cosas: cómo las he esperado, mejor, cómo me he marchitado esperándolas, cómo me he muerto de ansiedad al no entender, cómo me he jodido el cerebro imaginando las simultaneidades más perversas. Podría decirles todo eso, y ellas me escucharían, compungidas, arrepentidas, suplicando con los ojos mi perdón. Pero en realidad, aún y con esa posibilidad, prefiero no hacerlo y en un ejercicio de estupendismo me suelto la coleta, dejo que todos los pelos vuelen a cámara lenta y, más ancha que larga, me voy.

Al final, además, lo mejor de la fantasía no es este final peliculero, si no el hecho de que la puesta en escena no es estratégica: las personitas de la puerta y su arrepentimiento me importan absolutamente un bledo.


La última vez de este delirio fue ayer. Y entonces dejé de imaginar y me encontré en Melbourne otra vez, ordenando las cosas de mi nueva habitación. Con ganas de justicia universal pero desde luego con la autosuficiencia poco suficiente, más cercana a la estrategia que a la indiferencia; muy blandita, vamos. De modo que salí a correr para acordarme de todas las cosas que me gustan de esta ciudad y para expulsar con el sudor los fantasmas de este jetlag emocional que llevo arrastrando desde que llegué, hace una semana.


Melbourne tenía que esperarme con la primavera puesta y todavía hace frío. Igual yo tenía que traer el sol desde Barcelona, pero no me ha pillado en eso.

Los dos meses fuera de aquí han pasado como una especie de espejismo. En Madrid y en Barcelona he visto a decenas de personas y tengo la sensación de no haber visto a a nadie, de no saber bien en qué anda toda la gentecilla que hace poco más de un año eran parte de mi día a día. Aunque la haya visto, y nos hayamos alegrado tanto, y nos hayamos besado y abrazado y tocado mucho.

Me he pasado casi todo el viaje a casa planteándome si (o cuando) volvería a vivir allí, con cierta decepción al confirmar que algunas cosas siguen con la misma parálisis, con cierta torpeza intentando adaptarme a unas rutinas que ahora ya no son las mías y con cierta extrañeza al estar de paso en el sitio de dónde uno es.


En medio de todo eso, algunas conversaciones.


"- Al grano: Estáis juntos?

- Bueno, no sé si juntos, pero estamos empezando.

- Ya, pero estáis juntos entonces.

- Bueno, algo así, supongo. Parece.

- Qué bien, me alegro, se veía venir, bla bla bla"


U otras.

"- Bueno, te lo quería decir, pero es que estabas lejos, y no hablábamos... Pero vamos, todo sigue igual, en serio!

- ¿Sí?

- Claro, sí! "


No sé si todo sigue igual. No debería. En realidad, empezaba a ser todo un poco menos raro la semana que me tocaba volar otra vez, así que de nuevo tampoco demasiado espacio para conclusiones.


En cualquier caso. Hoy me curan los espacios verdes de esta ciudad y ahora me cuesta imaginarme en un sitio sin pájaros al salir de casa ni bicicleta todo el rato. Menos mal. Porque estas cositas (que además oh! son gratis) me dan aliento y me convencen un poco en medio de tanta duda, ahora que tengo a todos los fantasmas de todas las fiestas temáticas bailándome dentro.


(Habrá que asustarles a ellos).

domingo, 28 de agosto de 2011

Sueños raros en estos últimos días de viaje: amores antiguos mezclados con los de ahora, todas mis amigas diciéndome a la vez que están embarazadas en el aeropuerto de Barajas, broncas raras y surrealistas, diferentes protagonistas de épocas distintas juntos en un show esperpéntico, Melbourne y Madrid mezclados en escaparates de Barcelona. Me levanto tan sumamente cansada y desubicada que tardo un rato largo en colocarme en el mundo. Después de varios meses de plácidas noches vacías de marmota, una extrañísima avalancha de secuencias dispares me bombardea, en una especie de multicine despiadado y simultáneo. Algo así como un balance involuntario ahora que sin remedio estos días se acercan a su fin.

La mañana que me iba de Melbourne, hoy hace trece días, M. me leyó el horóscopo. Estábamos tranquilos, en el salón, como si en lugar del día D del que se había evitado hablar fuera una mañana cualquiera. 20 grados en pleno invierno. En tres horas yo estaría en el aeropuerto de la ciudad en la que había vivido los últimos cinco meses, y aún así, me encontraba sorprendentemente relajada (maletas hechas el día anterior, una auténtica y excitante novedad en mi vida). Me preguntó: ¿qué signo eres? Tauro, dije. Se rió, haciéndolo con gesto cariñosamente repelente, con un poco de ‘algo me cuadra en eso’. Creí que ya se lo había dicho, pero debió de ser que no, porque el dato le hizo gracia, y sin duda le pareció revelador.

El caso es que el 16 de agosto de 2011 los visionarios del The Age digital nos dedicaban a los toritos lo siguiente: “Yesterday is history, tomorrow is a mistery, but today is a gift. That is why is called the present”. No me acuerdo qué más venía, igual ni le escuché. En realidad no soy muy fan de estas frases lapidarias de dedicatoria teregalounlibro, pero reconozco que ésta me pilló cerrando cosas, en el inicio de este nudo de estómago nacido de la conciencia de que ya estoy volviendo a casa, y además sí, un poco conmovida por las despedidas y por las conclusiones. Como si entendiera de repente que no era tanto lo que me llevaba de allí ni lo que pasará cuando vuelva a Melbourne a finales de octubre, si no el privilegio de vivir en ese preciso momento la tristeza de despedirme de la ciudad. Lo que eso significa.

Así que, en fin, disfruté del adiós en plano ralentizado, aunque no quise girar la cara hacia la calle cuando se me cayeron un par de lagrimotas cruzando la entrada de la terminal Internacional en Tullamarine.

Total. Tras dejar Melbourne en invierno en un avión de Jetstar, ocho horas después, en Bali y en verano, me encontraba con mi amiga A. tras un año sin vernos. De entre todas las cosas maravillosas con las que nos hemos homenajeado, hemos hablado mucho. Previsiblemente, claro. Hemos hablado de todo, sin categorías ni discriminaciones intelectuales: desde la dimisión de Steve Jobs y las incógnitas del audiovisual en medio de la revolución digital, hasta de las canas que me están saliendo en la patilla izquierda. Previsiblemente también, los temas Madrid, cañas, compis, curros, precariedades varias y demás terrenalidades que dejé atrás hace un año se han acercado a nuestra mesa. Ha sido algo así como desenterrarlos. Es curioso porque el primer día que me encontré a A. en Ubud, todavía tenía Madrid muy lejos y Melbourne muy cerca. Sin embargo, ella ha sido el puente entre el Melbourne en llamas que me llevé y el Madrid y Barcelona que están por venir. Me fui de la ciudad australiana en estado volcánico, con un montón de cosas encendidas allí, y con la angustia de dejarlas todas a la mitad. Con el miedo de que no me esperasen, de que no me esperen, vaya. Sin embargo, en Bali he asentado de nuevo lo que ya había aprendido antes, en el viaje: la conciencia de que nadie es imprescindible y de que, en fin, lo que tenga que esperarme, me esperará. Y a relativizar los demás plantones.

Días de cierre en los que además, A. me reencuentra y me recuerda la que era antes de irme, el estrés en el qué me encontraba, la incapacidad para afrontarme a ciertas cosas, y yo le sumo tantos otros puntos que la lista resulta aburridísima. No me lo ha dicho en estas palabras, pero diría que me ha encontrado un poco como la de siempre, pero multiplicada (esperemos que no en dimensiones físicas) y aliviada. Y ha sido una feliz conclusión porque supongo que a esto era a lo que venía: a quitarme las pieles. Y pensándolo bien, me parece bonito poder decir ‘he vuelto yo’, incluso más que ‘he vuelto distinta’. O bueno, dependerá, claro.

Nos quedan cuatro puestas de sol en Bali, hoy es la número cuatro, y empieza a restar. Miro a A. que, sentada en un templecito o porchecito o construcción mística balinesa o lo que sea en medio de la playa, recopila las pautas de estos días para convertirlas en semillitas realistas y viables para su plan. A. tiene un plan para que respirar hondo no sea sólo cuando no puedes más si no cuando tú lo decides y por el placer de hacerlo, y yo, ahora que el nudo en el estómago aprieta y que empiezo a estar excitantemente nerviosa, sólo tengo canciones horteras salidas de no sé dónde martilleándome la cabeza (“qué es lo que tengo, qué tengo de tó!”) y esta avalancha de sueños raros que llegan, deduzco, de algún sótano maltratado allí dónde nunca barremos.


martes, 12 de julio de 2011

De abrigos rojos y otras fantasías

Cansancio y poco sueño en esta pseudo recta final. Alguien ha robado diez segundos a los minutos y el sentido de la ambición a mi eficacia. Como más cosas tengo que hacer, más disfruto mirando el naranjo de la casa dónde vivo ahora.
Qué haré para montármelo tan mal en todas partes y acumular tantas listas con puntos.

A un mes de decirle un "hasta luego" a Melbourne, he conseguido el abrigo rojo del dibujito. Cuando vuelva no me va a hacer falta porque aquí será, por fin, primavera. Pero en estos últimos días de invierno cabrón paseo con mi bici, mi perro y mi abrigo en el medio del parque Merry Creek con la satisfacción máxima de la vida paralela. Me veo desde fuera y en fin, me emociono: sacaría la cámara para grabar un videoclip de mi misma, un documental, un algo. Con ventiladores camuflados que me hicieran volar el pelo, y mi perro blanco galopando (sé que es un perro, pero me gusta imaginarlo así) a mi lado, casi volando.
En fin, volviendo al abrigo, el plus que no estaba en mi dibujito es que es de piel, y es espectacular. No es mío, pero me vale. Lo tengo de intercambio, como casi todo lo de aquí. Intercambio casa por cuidar de animales, intercambio vídeos por favores, intercambio clases por más favores y en fin. El swapeo, que lo llamamos.


En otro orden de cosas de estas inconexas, acabo de terminar un videecito, que no es lo máximo porque es una promo, y además de una escuela de inglés. Vamos, el antisueño del documentalista.
Pero...
Pero es mi primer curro pagado de vídeo en Melbourne. El resultado de ir por la calle como una loca desquiciada con la cámara como quién va al parque con perros o niños para ligar. El después de unos cuantos vídeos por la cara.
Por eso, porque a partir de aquí han salido otras cosas, y porque he tardado una eternidad en terminarlo, pues le tengo mucho cariño.
Y en cualquier caso, es un agujerito por el que mirar la ciudad porque, al final, la idea era esa. Youtube está lleno de vídeos de escuelas con estudiantes soporíferos que alaban las virtudes de la escuela en cuestión y que no se los cree ni su madre. Así que decidimos enseñar Melbourne, que es, al final, el mejor pretexto para aprender inglés o para lo que te de la gana. Porque Melbourne mola mil.

viernes, 17 de junio de 2011

DISTANCIAS, el tráiler, y algo más



Soy de la marca de los tardones. Lo he sido toda mi vida, y complicado veo lo de cambiar estas cositas a los 31. Lo he pulido bastante e incluso me atrevería a decir que a veces lo disimulo con mucha credibilidad, pero quién tuvo retuvo.

En fin, todo esto para decir que, finalmente y con un poco de retraso, cuelgo aquí el trailer de nuestro documental Distancias, rodado en Cuba en junio y julio del 2010 junto a Lina Badenes.
El documental está de paseíllo por festivales desde enero de este año, y ha recogido, de momento, el Premio Mon-Doc al mejor documental 2010, a la vez que ha circulado por distintas muestras y festivales. (En la web del documental se puede ver la lista).

Es una pieza pequeña hecha con mucho esfuerzo, algunas peleas, otras tantas alegrías y abrazos, mucha convicción a ratos y un escepticismo absolutamente desesperanzador otras tantas horas. Vamos, el cóctel de la clásica operación suicida, o sea, un documental con poca pasta y muchas ganas.

Adjunto algunas fotos del rodaje, la sinopsis y la información sobre las directoras, o sea, Lina Badenes y una servidora.

Espero que al volver a Madrid podamos hacer una presentación en toda regla, con todas sus cosas y sus celebraciones, o sea, canapeses y copas de cava, esenciales en cualquier presentación que se tercie.

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DISTANCIAS

SINOPSIS

A través de tres vidas y tres generaciones (Rebeca, Massiel y Christian) Distancias se aproxima a la opción individual de permanecer en Cuba. A pesar de que la mayoría de los seres queridos esté fuera del país. A pesar también de haber tenido una oportunidad real para abandonar la isla. Permanecer por amor, por convicción, por la voluntad de hacerlo, porque otros lo han decidido en tu lugar. Es justamente esta decisión la que conforma el reto que asumen nuestros protagonistas: aprender a vivir siendo la persona en la que uno se convierte a partir de la nueva vida de ausencias.

SOBRE LAS DIRECTORAS

LINA BADENES, Licenciada en Comunicación Audiovisual, amplía posteriormente sus estudios en producción y realización. En 2004 viaja a Holanda e Italia, empezando su incursión laboral en el documental social, que la ha llevado a rodar en Uruguay, Argentina y Cuba, entre otros. Vuelve a España en 2007 y funda Turanga Films, en dónde trabaja abordando dos frentes: el de la producción en ficción y realización en documental.

MARIONA GUIU, Licenciada en Humanidades, actualmente reside y trabaja en Melbourne. Empezó trabajando como redactora en distintos programas de televisión. Como realizadora, ha dirigido varios videoclips, vídeos para Internet y la serie documental Revelados para Biography Channel. Como productora, ha producido distintos videoclips y algunos de sus propios trabajos. Mejor con canciones, co-dirigido junto a Ariadna Relea, fue su primer corto documental.

Distancias nace tras cursar el taller de documental en la Escuela Internacional de Cine y Televisión en Cuba.


Rodando 'Distancias' - Con otra parte de los protagonistas OK
Rodando 'Distancias' - Con parte de los protagonistas
Rodando 'Distancias' - Lina BadenesRodando 'Dsitancias' - Mariona Guiu
Rodando 'Distancias' - En la calle2
Rodando 'Distancias' - Editando

sábado, 11 de junio de 2011

Tasmania 2: El Mona y Dustin Hoffman

Entrada al Mona
Palabras de agua en la instalación Bit Fall de Julius Popp

Lo de Dustin Hoffman en Rain Man no es leyenda.
Sin tener la cabeza torcida ni el tartamudeo (y espero que tampoco un hermano tan impostado, insportable y sabelotodo como Tom Cruise), David Walsh es un multimillonario tasmano que comparte con Raymond Babbitt el don por los números y las secuencias numéricas. Walsh padece también el síndrome de Asperger, que es un trastorno mental y de comportamiento que forma parte del espectro de trastornos autísticos.

Entre sus variados dones y obsesiones, destaca, como decía, el de los números. De hecho, es matemático.

Cuenta la sabiduría popular que este hombre se recorrió el mundo en diagonal entre las apuestas de caballos y los bingos, ganando auténticas fortunas. Un día, para salir de no sé qué país, se dio cuenta de que que llevaba demasiada pasta encima cómo para salir así tal cual. Oh, ese problema, ya sé. Total, que decidió, más o menos (no sé si fue en ese momento, el día antes o cuando, pero lo decidió, y es lo importante), comprar una obra de arte para invertir el pastizal.

Dicen que así empezó su coleccionismo de arte que como todo en él, ha acabado siendo una obsesión. Tanto, que acabó fundando el MONA, el Museum of Old and New Art, uno de los sitios en general y museos en particular más espectaculares en los que he estado nunca (superando MACBA's y modernidades varias) y, sin duda alguna, el museo privado más importante de Australia (de goleada, vamos).
Un museo gratuito enmarcado en un entorno inverosímil e insultantemente bello dónde, tras llegar en un ferry, se te subministra un i-pod en la entrada con el fin de consultar toda la información de las obras: el i-pod geolocalizará tu posición dentro del museo y te enviará todos los datos de cada pieza, e incluso te permitirá que la clasifiques, entiéndase: decir si "I loved it" o si "I hated it". Además, luego te llegará un e-mail con todas las obras que has visto (las que no has visto, no) que han quedado registradas en tu i-pod, para que consultes información complementaria o simplemente, puedas volver a recordar el título. Delicioso.

El contrapunto: la imagen de montones de gafapastas entre momias y postmodernidad toqueteando ansiosos su i-pod es a ratos grotesca, pero a la experiencia del Museo lo pongo un diez y a David Walsh, un once. (Más sobre Walsh, aquí)

Espectacular el viaje en ferry hasta allí, que me hizo entender un poco porque a Tasmania la llaman la pequeña Nueva Zelanda.


Snake, Sidney Nolan

Fotograma de AAA de Marina Abramovic