domingo, 16 de septiembre de 2007












Vuelta a Madrid en autobus.

Cada vez que me monto en uno y que el de mi lado se duerme sobre mi hombro, que tropiezo cuando salgo en el descanso porque no me siento las piernas, cada vez que paramos en la misma estación de servicio donde te cobran 2 euros por un cortado, o que el niño de enfrente “juega” (por usar el verbo común) con un extraño y escandaloso artilugio teledirigido que parece molestarnos a todos menos a sus padres, me prometo a mi misma que va a ser la última vez. (La próxima te irán mejor las cosas, verás. Podrás improvisar un avión a última hora).

Esta vez desde Valencia, un pelín menos suicida que desde Barcelona.

Cerquita del mar he estado montando la presentación audiovisual de un equipo de fútbol sala. Tenía que conseguir piezas emotivas de algo que, a priori, a mi me emociona poco. Sin embargo, he llegado a entender, en cierto modo, lo básico de una emoción que, aunque ajena, puede excitarme a ratos.

Llego a Madrid por la noche y al día siguiente hay que ir a grabar un desfile, el ego de Cibeles. Vaya con el ego. Adecuadísimo el nombre. Paso de estar trabajando conmigo, encerrada, sólo teniendo que pelear ocasionalmente con mis cambios de criterio repentinos y mi cansancio, a verme de repente y desde fuera (y esto es lo peor), discutiendo con fotógrafos para trincar la cámara, pidiendo por favor (acojonada) que se apartaran, que yo estaba antes, que lo sentía, que eso era así ( esto es así, vaya frase).

La calurosa bofetada de realidad con la que me recibe Madrid, la city. Bienvenida.

Y al final, eso, modelos y futbolistas.
Evitando el juicio –después de todo, aquí estoy, comiendo- nunca dejo de alucinar con lo que mueven estas cositas. En el fútbol, en la moda. Me he sorprendido a mi misma con la piel alterada ante los fotogramas del penalty del éxito, y sigo sin aceptar el mecanismo de eso (e imagino que por ciertos prejuicios culturales ciertamente estupidillos me molesta un poquito que me ocurra). Con las modelos nada se ha movido, pero he visto las otras caras, los tacones, los vestidos, las risas, los abrazos, los reencuentros entre profesionales de la moda, el cigarrito de qué estás haciendo ahora, el sudor, el stress, la música extraña, las modelos con cabezas de animales y trajes futuristas, las videoproyecciones y detrás de todo, nosotros, peleándonos como si cubriéramos el fin del mundo.

Curioso, por lo menos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"peleándonos como si cubriésemos el fin del mundo"

qué razón tienes!! y tú no tienes esa sensación de que si fuese el fin del mundo habría en cambio cierta dejadez???

una patada a un balón es "un obús que fusila al portero" y en cambio en una guerra hay "intercambios de fuego entre los bandos", como si se dejasen el mechero...

pero a mi me encantan el fútbol y los trapos... así que mejor no digo nada!

besos para que no te cueste la vuelta a la locura de Madrid

Anónimo dijo...

Lo del autobús... te entiendo perfectamente, y siempre es "la última"... ¿verdad?

Por lo demás, son dos mundos que me quedan tan lejos que no se cómo puedo opinar...

Petonets i mil gràcies pels ànims!!!

mariona dijo...

Vega, qué bueno!!! así es. Y la contradicción la tenemos todos, ahí está la cosa.
Vanessa... un petó, gran, gran, gran!

síl dijo...

a pesar de haber sido super futbolera hay cosas que se me escapan... y ni te digo con las modelos!
una vez ví un reportage sobre los reporteros de moda y tenía tela... por lo que dices, es bien cierto..
vaya dos mundos tan locos!! y, ahora tan de la mano...

y, lo del bus! madre qué razón tienes! soy una experta del trayecto bcn-madrid y cada vez digo que es la última vez que la hago y menos de noche!! agrr! pero, aquí me tienes... igual voy este finde... así, ida y vuelta en 2 días! alegría! (igual nos vemos??)

petons!