jueves, 30 de septiembre de 2010

Lo que tu quieras que sea en la Isla Tortuga

Nunca he sido demasiado fan de fotos de puesta de sol. Juicio absoluto, pero me parecen, muchas de ellas, fáciles y repetitivas. Algo así como enamorarse a priori del indiscutiblemente más guapo o de la más cañón. Previsible (y un poco aburrido).

Pero llevo algunos días permitiéndomelo casi todo, así que en la dinámica complaciente me permito también unos cuantos sunsets de Koh Tao para abrir su historieta.





Por poner un principio.
Koh Tao me cazó el día antes de luna llena, y yo la enganché a ella derrochadora y salvaje. Como efecto reacción, supongo, orgullo herido o algo así.
A Koh Tao la dejan plantada la noche de luna llena. Sorprendentemente. Hay una isla al lado llamada Koh Phangan dónde desde hace unos años se celebran unas fiestas legendarias de luna llena, y entonces la isla tortuga se vacía de rubios y rubias submarinistas (algunos morenos también), y brilla más que nunca, soltando puro deseo por sus curvas que gritan a voces venid malditos amantes ciegos y sordos y hambrientos que os marcháis y vais a querer volver mañana.

Yo la oí gritar, la oí gritar y me quedé.
Algo pasó, a partir de ahí. Koh Tao agradeció la empatía, y me guiñó un ojo.
El roce del vestido negro en la piel me dio un escalofrío, y después pasaron dos estrellas fugaces.
Creo que a su manera la isla tortuga me estaba diciendo que sí, que con toda mi cara podía esperar de ella lo que quisiera. Claro que sí. No era una obscenidad pedirle a una isla tropical que fuera paradisíaca por unos días.

Será lo que tu quieras que sea.
A eso fui. Por eso estoy aquí.
Aunque me de cierto miedo haber empezado allí, tan isla, tan salvaje, tan complaciente, casi artificial.





Por poner un punto en el medio.
Koh Tao me regaló belleza pura, pura belleza todo el rato. Exterior e interior. Porque la isla tortuga, como lo que suele gustarnos, como lo que nos fascina, es bonita por fuera y bonita por dentro.
El fondo marino de Koh Tao es un regalo. Hice
snorkel por mi cuenta y con un barquito otro día. No pude ver todo lo que promete (tortugas y tiburoncitos pequeños); creo que se guardó algo, porque quizá no se fiaba del todo, y quería garantizarse el retorno (yo no le he prometido nada). Dicen que no se puede ser fácil, a ella también se lo habrán contado (maldito refranero!).

Igual va a ser cierto que las más guapas tienen traumas.
Sobretodo si te dejan plantada en luna llena.




Por poner un final.

Me fui de Koh Tao corriendo. No corrí en mis casi seis días en la isla, creí que se me había olvidado. Se me atragantó un poco la comida, y me empezaron a doler zonas inconcretas del estómago.


La propuesta a partir de ahora: no pretender igualar listones, si no coleccionar listones inigualables
(no es mía; pero me la he quedado).

Así va a ser más fácil.

En eso estoy. Tengo el tiempo, las ganas, ojalá que un poco de coraje y una cajita para meterlos a todos. Hay sitio. A eso vine, entre otras cosas.

Qué aliento y qué vertigo. Buf, y qué bien.

sábado, 25 de septiembre de 2010

HACIA EL SUR: BANGKOK - KOH TAO

Ya en Koh Tao, literalmente la isla de la tortuga, tengo la sensación de haberme ido de Bangkok hace una eternidad, y en realidad llevo aquí cuatro días. Esto es otra cosa.

Con Bangkok dejo atrás la ciudad de los mil millones de seven eleven y la taxicracia más salvaje (los taxis pitándote para llamarte convierten tu paso por la calle en una pesadilla sonora y materializan tu deseo de desaparecer a lo magia potagia); abandono también la urbe de los thais modernos y cosmopolitas, el paraíso del consumo y la capital de los mochileros, dónde empiezan y se materializan muchísimos viajes y dónde se cierran otros tantos.
Queda también atrás la primera parte de este travesía, y ya hay imágenes para preguntas de un Madrid algo angustiado que precedió a estos días; un cachito de mi yo más asustado se ha apagado en la ciudad. Bien.









El día antes de llegar aquí, en la estación de autobuses de Bangkok un policía tailandés se empeñó en llevarme en su moto hasta el andén, porque me vio cargada y porque le debió de hacer gracia el asunto. Yo insistiéndole que it’s ok, i’ts ok, don’t worry, pero nada, cualquiera le decía que no a ese hombre todo sonrisa que no entendía absolutamente ni una palabra. Y yo, que nunca he tenido nada que ver con policías ni cuerpos de seguridad en general, me vi de repente montada en la moto de un policía tailandés en modo caballo siglo XVIII (es decir, ambas piernas saliendo por uno de los lados) y sin casco.

Tuve clarísimo que este principio sólo podía vaticinar un camino hacia el sur lleno de cosas impredecibles y curiosas.

lunes, 20 de septiembre de 2010

BANGKOK DOS: DE TAXIS FLUVIALES Y CAMISAS ROJAS

En mi sexto día en Bangkok empiezo a apañarme bastante bien con los autobuses urbanos y con los transportes en general, cosa bastante gratificante por dos razones: es un logro hacerse entender (y entender a los thais en su hiper básico english, en el mejor de los casos), y uno se siente un poco más libre controlando la manera de moverse, en esta ciudad que me tiene un poco retenida por el tema de la visa a China.

Y es que cuando cuento la historia que estoy empezando ahora, suelo decir que lo más excitante es “to be the owner of my life”, que sé que suena súper vacilón, pero es que francamente así lo creo. Por eso me corta un poco las alas el tenerme que quedar aquí esperando un papelito. En fin, paciencia.

Los autobuses. Ayer por la mañana, un poco agobiada de pensar planes, me metí en el autobús que lleva a China Town, no con la intención de ir hasta allí, si no la de parar antes en un caotiquísimo mercado que había visto el otro día. Era (creo, nadie me lo ha sabido decir, o sea, no hablaban nada de inglés) el Mercado de los Ladrones (por lo visto se le llama así porque todo lo que solía haber antes era robado). Después de la experiencia de Chatuchak el día anterior, que resultó ser un mercado para modernos a lo Camden Town en Londres, éste me pareció la mar de auténtico. Mucho más mercadillo a lo Parla (versión Madrid) o San Adrià del Besós (versión Catalunya), y por ello más genuino, guarrete y curioso. Corroboré una vez más la capacidad tailandesa (intuyo que asiática en general) de montar cualquier negocio -comida, ropa, bar- a partir de una opción campista del asunto: unas mesas de camping, unas sillitas, una olla, unos fogones, y vas que te estrellas.

Perdiéndome por ahí con mi camarilla encontré, por fin, una parada de taxis fluviales, a los que les tenía muchas ganas. Bangkok, que se conoce también como la pequeña Venecia, tiene una circulación fluvial bastante intensa e interesante. Me monté en uno de ellos y río y manta.

Y en fin, la parte buena de no entender los carteles y de dejarse llevar por la corriente del río (nunca mejor dicho), es que esta ciudad, pornográfica y ahora también roja además de rosa, te ofrece sorpresas que tú no le habías pedido: Bajo del taxi fluvial y salgo en una zona de maxi rascacielos, a lo bestia, muy de aquí. Empiezo a ver multitudes de gente vestida de rojo, y huelo a manifestación. Es la primera congregación de los “camisas rojas” en Bangkok desde que a finales de mayo el Ejército puso fin a nueve semanas de manifestaciones y enfrentamientos en los que 91 personas murieron y 1.800 resultaron heridas. Se cumple el cuarto aniversario del golpe de Estado contra el ex primer ministro tailandés Thaksin Shinawtra, y en honor a los muertos de mayo de este año y para exigir la liberación de los líderes encarcelados del movimiento, se han congregado todos. Vamos, un evento bastante histórico e irrepetible.

Sin poder disimular mi emoción intento averiguar, una vez más, qué es lo que está sucediendo, y a pesar de que los rojos tienen mucha disposición a dar a conocer la que ellos llaman su “voluntad democrática” (escrito en camisetas y en flyers), la comunicación vuelve a ser difícil por el tema del inglés, así que tras la singularidad y el shock del acto, vuelvo a la pensión dispuesta a documentarme y a entender en qué clase de acto había estado. La pena, no haber podido entender los matices. Lo bueno, en cualquier caso, haberme caído por allí.



Si todo va bien, mañana me voy, rumbo a Chumphon, a unos 500 km de Bangkok, el lugar donde empieza el sur de Tailandia en términos culturales, de dialecto y religión. Desde allí saltaré a Ko Tao, la (dicen) más tranquila de las islas de la costa sur del golfo de Tailandia. La ruta suele empezarse al revés, por las islas más cañeras a nivel fiesta, y luego se termina en ésta; pero mi treintañerismo está haciendo estragos: creo que me voy a evitar las islas de rubios y rubias cerveceros, yo ya hice un Erasmus!

viernes, 17 de septiembre de 2010

BANGKOK UNO: El colocón




En Madrid se quedaron un par de asuntos por resolver que me tuvieron la cabeza medio poseída durante todo el paso por Istambul, así que llegué a Bangkok el martes 14 con una extraña sensación de estar más allá que acá, combinada por el efecto alucinógeno resultante de mezclar el jetlag con el cansancio y con un montón de thais, budhas de oro y pantallas con post-adolescentes gigantes hablándote todo el rato, con esa especie de tono pornográfico que tienen las asiáticas cuando se ríen y hablan todas juntas.

Así que en realidad de momento esta es la sensación que prevalece: si a primera vista (aunque todavía me queda mucho por ver) tuviera que definir Bangkok con un adjetivo diría que es eso, una ciudad pornográfica. Los autobuses son rosas, los taxis son rosas, el consumo en general es lujurioso y excesivo, los cartelitos con corazoncitos y conejitos están a la orden del día, los mil millones de puestos de comida incitan a tener todo el día algo en la boca, el tráfico es obsceno y la contaminación escandalosa.



A los mochileros se nos manda (la sra Lonely Planet, y todas sus hermanas) a Khao San Road, una zona llena de albergues, holandeses rubios y quemados y clínicas para blanqueamiento dental, cambios de sexo e injertos de botox, en este orden.
(Pues menuda fama tenemos… )
Tras pagar la novatada, me cambié de hostel el segundo día y me estoy quedando al lado, en Banglamphu, que si bien no se libra de esta orgía de consumo y excesos, es un poco más tranquilo y menos postpúber.
Pasé el primer día entero entre esta especie de colocón de bienvenida, los trámites para la visa para China, y un dolor de barriga amenazante tras mis primeros noodles callejeros … y llevo tres días aquí, haciendóme el hueco, tratando de orientarme y de quitarme el jetlag y de entender discretamente cómo funciona esto.
Tengo que quedarme hasta el martes aquí por el tema de la VISA (la embajada china tiene mi pasaporte). Ahora mismo tantos días en una ciudad como esta, tan sobrecargada de estímulos, me agotan, pero igual tengo que dejar pasar el colocón… En esto estoy, en realidad. Por el momento, ya me han pasado un par de cosas cuanto menos inesperadas. Vamos viendo…



miércoles, 15 de septiembre de 2010

DESCONGELANDO EL FRAME


Hace tres años estuve muy cerca de hacer el viaje en el que me encuentro embarcada y la excitación de meterme en ese plan me hizo abrir este blog. No podía imaginarme entonces que tardaría tres años en hacerlo realidad.


Sin embargo, la rutina y la tremenda clarividencia de un día a día bastante poco bloguificable por aburrido, me hicieron descuidar esta ventana que, aún así, siempre he mantenido entreabierta dentro de mí con la idea de abrirla de par en par el día que por fin pudiera contar lo que motivó su creación.


Ese día es hoy.


Con el 2010 inauguré la convicción de que este iba a ser un año 10 y de que caminaba directa, finalmente, hacia el cumplimiento de mis sueños.

Hace exactamente cuatro meses dejé mi trabajo y mi casa en Madrid, y me fui a Cuba durante dos meses y medio a rodar un documental con una compañera que conocí el año pasado en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de Los Baños, también en Cuba. El hijito, como nosotras lo llamamos, se encuentra en la fase final de postproducción a modo de incubadora milagrosa, y empezará en breve su tour por festivales. Todavía no tiene nombre (lo tenía, pero el pobre ha sufrido varias mutaciones antes de salir de la barriga), pero en breve será bautizado como se merece. (En plan tragicomico, me da un poco de pena no verlo crecer de cerca... los pros y los contras de ser una madre independiente).


Tras mi paso por España este agosto para terminar de editar el documental, inicio ahora el very big trip y el que es sin duda el planazo de mi vida. La historia ha empezado hace exactamente una semana en Turquía, pasando por Tailandia, donde he apenas aterrizado ahora, y seguirá con una ruta por el sudeste asiático todavía por definir (eso es lo que más me excita de todo esto), sólo con un par de certezas: a finales de octubre estaré en China visitando a mi hermano, y el 22 de diciembre vuelo desde Singapur hacia Australia, el país que dio origen a todo esto y mi auténtica fijación desde que soy pequeña (uno se pregunta exactamente por qué, y no sabría qué responder, pero así son las fijaciones, oiga: fijas). En Australia estaré viajando dentro y fuera del país y trabajando (o al menos, eso espero), una buena temporada, hasta agosto del 2011, donde haré una parada técnica (bonito eufemismo) de unos 20 días en Bali. Desde allí, volaré a Bangkok de nuevo para regresar a casa, en septiembre del 2011. Da un poco de vértigo enunciar planes a tan largo plazo pero, en realidad, lo único que tengo planificado en todo esto es el billete de vuelta. Lo demás, está por escribir.


Descongelo de esta manera este frame, que empezaba a ser un ladrillazo.


Blogspot no garantiza el correcto funcionamiento en los sitios donde hay censura, pero yo sí garantizo los cuidaditos necesarios a esta ventanita que quiere congelarse y descongelarse al mismo tiempo… como todos nosotros, en realidad.

Besos a todos!