domingo, 23 de septiembre de 2007



En la última cerveza antes de irme salió el tema del hacerse valer. El punto de partida era –y ya no me acuerdo a qué venía- que el hacerse valer que habíamos bebido –con todo el amor- hasta en la leche con cola cao, nos estaba complicando un poquito más las cosas de lo que quiénes nos lo sirvieron –pobres- hubieran querido.
Le decía a A. que me contaron que, a veces, en los momentos valientes, uno puede de repente verse desde fuera y es entonces cuando se le aparece la chuleta del hacerse valer, como un decálogo (de comport/funcionamiento).
Y A. me explicó que estaba fascinada porque hacia unos días había presenciado un acoso y derribo del que ella nunca sería capaz; entró en un bar con una chica que acababa de conocer, muy Juani ella, pero con mucho estilo (siempre según A). Unas cañas. La Juani en cuestión fichó a un camarero. Qué mono es, dijo. Y por lo visto dijo sólo eso, pero en diez minutos (y yo no sé como fue, eso sí me lo contaron) salían juntos por la puerta.
No deja de ser gracioso que nos flipen estas cosas, coméntabamos cuando ya nos íbamos. (También podríamos).
Y no era con tristeza; sigue haciéndonos gracia.




(La última vez que hablamos, le pregunté a A. qué sabía de la historia de la Juani.
Bueno, ya nada. Pero han estado juntos un tiempo, muy a gusto. Y todo esto que se llevan, ¿no?)

martes, 18 de septiembre de 2007


Será mejor en luz de día,
te repito.
sin mañana, sin desayuno,
sin que ofendan las naranjas silenciosas.
Porque yo no sé sin desayuno,
-te lo dije-
pero quiero mi tostada untada
si estamos.
Mejor en luz de día
y creerás que la camisa de noches
es menos transparente.
Las transparencias están por todas partes, ahora.
No hablaremos ya en susurros
de los que también de día,
porque sin ser nuestros, por la tarde
nos sonarán ridículos.
Tomaremos la tarde sola,
con hielo, como mucho
y nuestras voces, sin mezclas,
en un nuevo desnudo tan distinto,
nos sacarán del terciopelo.


(fotos: Parque natural de l'Albufera, Valencia)

domingo, 16 de septiembre de 2007












Vuelta a Madrid en autobus.

Cada vez que me monto en uno y que el de mi lado se duerme sobre mi hombro, que tropiezo cuando salgo en el descanso porque no me siento las piernas, cada vez que paramos en la misma estación de servicio donde te cobran 2 euros por un cortado, o que el niño de enfrente “juega” (por usar el verbo común) con un extraño y escandaloso artilugio teledirigido que parece molestarnos a todos menos a sus padres, me prometo a mi misma que va a ser la última vez. (La próxima te irán mejor las cosas, verás. Podrás improvisar un avión a última hora).

Esta vez desde Valencia, un pelín menos suicida que desde Barcelona.

Cerquita del mar he estado montando la presentación audiovisual de un equipo de fútbol sala. Tenía que conseguir piezas emotivas de algo que, a priori, a mi me emociona poco. Sin embargo, he llegado a entender, en cierto modo, lo básico de una emoción que, aunque ajena, puede excitarme a ratos.

Llego a Madrid por la noche y al día siguiente hay que ir a grabar un desfile, el ego de Cibeles. Vaya con el ego. Adecuadísimo el nombre. Paso de estar trabajando conmigo, encerrada, sólo teniendo que pelear ocasionalmente con mis cambios de criterio repentinos y mi cansancio, a verme de repente y desde fuera (y esto es lo peor), discutiendo con fotógrafos para trincar la cámara, pidiendo por favor (acojonada) que se apartaran, que yo estaba antes, que lo sentía, que eso era así ( esto es así, vaya frase).

La calurosa bofetada de realidad con la que me recibe Madrid, la city. Bienvenida.

Y al final, eso, modelos y futbolistas.
Evitando el juicio –después de todo, aquí estoy, comiendo- nunca dejo de alucinar con lo que mueven estas cositas. En el fútbol, en la moda. Me he sorprendido a mi misma con la piel alterada ante los fotogramas del penalty del éxito, y sigo sin aceptar el mecanismo de eso (e imagino que por ciertos prejuicios culturales ciertamente estupidillos me molesta un poquito que me ocurra). Con las modelos nada se ha movido, pero he visto las otras caras, los tacones, los vestidos, las risas, los abrazos, los reencuentros entre profesionales de la moda, el cigarrito de qué estás haciendo ahora, el sudor, el stress, la música extraña, las modelos con cabezas de animales y trajes futuristas, las videoproyecciones y detrás de todo, nosotros, peleándonos como si cubriéramos el fin del mundo.

Curioso, por lo menos.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Desde la terraza del piso de diseño donde estoy encerrada montando piezas deportivas (piso de diseño, deportes, cuántas vueltas da todo), no se ve nada.
Hay cosas, antenas, pisos súper altos, árboles leprosos, pero todo me resulta medio… transparente.
Será que tengo ganas de salir a la calle.
Un mensaje de móvil. Maternal. Declarándose feliz cuando nosotros lo estamos, y entendiendo que no somos, como ella dice, pájaros de jaula.
Hace casi dos meses que no piso mi casa de Madrid.
Mi madre se reiría si le contara que tengo ganas de ir para allá y quedarme un rato, las cosas medio fijas, guardar la maleta en el armario, un poco.

Qué bonito y necesario es echar de menos.

Qué ganas tengo de salir a la calle.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Cuando a la vida le apetece ser gráfica, los que pensamos que todo pasa por algo, nos asustamos un poco.
Como si esperáramos la evidencia convertida en pieza clave para nuestro puzzle de simbolismos.
Mañana 3 de septiembre.
Vuelta a la vida peninsular.


Espero que sólo sea que se acaba el verano.