martes, 29 de enero de 2008

He perdido la vieja costumbre de mirarme en los escaparates.
Me metía un montón de hostias literales por no mirar de frente y despistarme poniéndome bien los rizos delante de los maniquis de zara. Aunque me ha pasado toda la vida. En EGB nos llevaron a visitar los estudios de TV3 y me estampé contra una farola por querer saludar a Àngels Barceló a través de la ventana de la redacción de informativos. Ella no me vio, pero a mi el chichón me duró unas dos semanas, y la guasa de Àngels y mi farolazo todo el curso académico.(Quizá ese era el aviso de cómo sería el recorrido en el audiovisual: un camino con alguna hostia que otra).

Volviendo a los escaparates. No ha sido por las hostias que perdí la usanza.
Recibía bastante caña porque revisarse en los escaparates era de presumida (presumida así, en plan chungo) y, por extension (una extension que nunca consideré correlativa), de vacía, superficial e insegura. Y como más caña me metían, más vicio tenía yo por hacerlo, porque de este modo se convertía, además, en una actividad clandestina, y así funcionamos. Qué cosas más complicadas, mirarse en un cristal público en secreto.

Sin embargo, el maleficio. Te vas a quedar tonta, si te miras tanto.
Algo así como cuando algún señor mayor me preguntaba cómo podía ser que mi madre, siendo maestra, no me hubiera cambiado lo de ser zurda, hay qué ver… (¡mala madre! gritaban sus ojos).
O de ojos también iba la otra, del que se quedaba ciego cuando le apetecía distraerse...

En fin, que no quería quedarme tonta, eso sí lo sabía. Me lo creí y enterré la historia (por lo menos, en los escaparates).

Con el tiempo y de una forma natural, me doy cuenta, sin embargo, de que miro muchos menos escaparates en general, voy mucho más a piñón en particular, y me arreglo mucho menos (preocupantemente menos, a veces). También es verdad que ahora tengo más reparos y no lo haría aunque, por suerte, ya no me crea el hechizo. Y aún así, siguen habiendo un montón de situaciones que me hacen quedarme tonta, o sentirme, más bien, imbécil del todo.

De modo que aunque he encontrado otras ventanas para saciar mi vicio oculto de presumida, vacía y superficial, voy a volver a mirarme, a ver qué pasa.


jueves, 17 de enero de 2008

      ASÍ ES LA HISTORIA: ENTRE DOS HERMANOS  
           ESTÁ EL GUAPO, Y EL SIMPÁTICO.

          AL SIMPÁTICO LE ESTÁN DICIENDO, 
CON TODO EL MORRO,
-  Y GRATIS-
QUE LA NATURALEZA HA SIDO 
                        MÁS AGRADECIDA CON SU  HERMANO.
QUE ESO, ÉL ES  EL SIMPÁTICO.
(ENCIMA)
                        
COMO ESPERAR Y ESPERANZA.
                        QUÉ VALIENTE ES ESPERAR. 
                                                    QUÉ BUENORRA ESTÁ ESPERANZA.

QUÉ COSAS.
  QUÉ DIFÍCIL ME RESULTA ACORDARME DE 
QUE SON FAMILIA
CUANDO PASAN POR MI CASA A TOMARSE UN CAFÉ.

(fotos: señor en la sala de equipajes del aeropuerto de Palma de Mallorca)

miércoles, 9 de enero de 2008


































Pensándolo bien,
son mis liturgias las que echo de menos
cuando creo que te extraño;
el perfume,
el gusano.
La ciclotimia permitida.
Las horas en el baño.

Es mi propia peli
pero como en las de la tele
me confundí con el protagonista.

Qué desastre
(o menos mal).