sábado, 29 de diciembre de 2007

Nos ponemos a hablar todos a la vez del frío en estos días, sin darnos cuenta que no son los termómetros los que nos sacuden el alma.
Quedarnos en casa nos reúne con nosotros mismos y nos empuja a unos estupendos y helados balances globales (que, por otro lado, nadie nos pedía).
Sacarnos todas las capas de cebolla antes de meternos a la cama manda lo que se parecía a la excitación a tomar café.
Las pieles no invitan a nada.
Después, los daños colaterales: ante la escasez, el oportunismo. Toda hambruna tiene su mercado negro. Y el mercado negro del calor humano, en estos días helados, vulnerabiliza más de lo normal a los yonkis del amor que, en pleno monazo, bajan la guardia y el listón.
Cuidado.

Que me perdonen los románticos: a mi el frío no me parece poético.



miércoles, 26 de diciembre de 2007




veintiséis de diciembre.
Influencias lunares.
Creencias positivas.
    Reyes Magos.
Licencias cursis y fáciles -se acerca el año nuevo-
         (Tampoco pasa nada)


BELÉN, LORENZO y LUNA están sentados  en un banco de la plaza. 
Por detrás del respaldo del banco, con disimulo, la mano de él devuelve la cinta de vídeo a la mano de ella. Hablan en voz baja.

LORENZO:
Maravillosa tu madre, toda una actriz

BELÉN: 
¿Te lo hiciste?

LORENZO:
Sí.

BELÉN:
Me hubiera gustado verte, por un agujerito.

La niña se acerca a LORENZO y habla imitando la discreción de los adultos.

LUNA: (A LORENZO)
¿Tú eres el novio de Belén?

LORENZO sonríe y BELÉN se anticipa.

BELÉN: (A la niña)
¿Te gustaría que fuera mi novio?

LUNA:
Sí, claro.

BELÉN (A Lorenzo, seductora):
Pues... no se hable más.

Julio Medem
Guión de Lucía y el sexo

domingo, 16 de diciembre de 2007

Cristina se levantó una mañana, se miró al espejo y el deseo, misteriosamente, le había sido concedido: sería joven por siempre jamás. Al percatarse de la novedad, se puso muy contenta –lo había deseado tantas veces-; sin embargo hoy, muchas décadas después, ya no sonríe. Cristina lo tiene todo, y aún así, no encuentra su sitio: le sobra madurez para unos y juventud para los otros. Le pesa, básicamente, su eternidad, que por contra es ligera y no se apaga. Cristina Eterna no puede caminar en la misma dirección de todos los seres a los que quiere y ha querido y hoy, como esa misma mañana, se ha mirado al espejo, pero esta vez se ha puesto a llorar, desconsolada, por el insoportable y grotesco aburrimiento de la carretera hacia el infinito.

lunes, 10 de diciembre de 2007







Lunes.
Levantarse.
Alivio.

TODA LA SEMANA ESTÁ POR ESCRIBIR.


(A mi me encantan los lunes).

lunes, 3 de diciembre de 2007

Es algo parecido a la obviedad del a qué huelen las cosas que no huelen.
Sin foto:
las imágenes que más me gusta conservar en mi cabeza no tienen foto.
No existe el acceso directo desde el ordenador a ninguna de las diapositivas mentales a las que recurro cuando huele mal ahí arriba.
Contornos limitados (a veces también infinitos), toda la gama cromática, y hasta incluso los bits del flujo de la información digital. Existen. Yo las veo. Pero no están en ninguna caja en el fondo del armario, ni se sostienen con las manos con aire nostálgico.
A alguno le da por liarme y convencerme de que son una ilusión óptica, pero yo sé que son reales, sólo que no puedo volver a por ellas al mismo lugar donde las vi por vez primera: recuperarlas en su estado natural antes de que decidieran vivir en mi cabeza sería domesticarlas, y a mi me encantan porque son salvajes.

Así que saldré a por ellas a otra parte. Como saldría esta noche también a la calle a buscar el telefonillo, para poder decirle donde lo esconden:

“y tu qué quieres”
-pregunté después de lo mío-;
me respondió que ya hace mucho
que no escribe la carta a los reyes.

Que alguien me diga (guardo los secretos) dónde está el portal de los Reyes y las fotos.