martes, 26 de febrero de 2008

El camaleón anímico de mi casa 
se ríe de la angustia de ser iguales y muchos.
En su vestido de hoy no le preocupa el hormiguismo anónimo,
y diría que se sabe distinto a pesar de la misma ruta
que los otros.
Por eso le grita a la piel muerta que ha mudado en su terrario
     que tendría que haber hecho lo mismo.
   REÍRSE

miércoles, 20 de febrero de 2008






Hoy me comentaba mi casera que los que iban a ser mis nuevos vecinos son muy alturistas, refiriéndose, imagino, a que ejercen profesiones del tipo atención a ancianos y a discapacitados. Sin embargo, resulta que el alturismo no mola ni sirve para vivir en un piso porque cobraban poco (“sus nóminas no eran muy claras, pobres”) y al final el piso se lo han quedado unos modernos con “profesiones liberales, como tú”. En este contexto me ha sonado casi a insulto.

Conocí este fin de semana a una persona que no me inspiró nada de confianza (con riesgo a parecer prejuiciosa, me fio bastante de mi tercer ojo) y, sin embargo, las cosas le van la mar de bien. Tiene un súper buen trabajo, gana mucho dinero, tiene mucho prestigio. Es un personaje público pero parece que no le daba vergüenza dividir cuatro euros entre los siete que éramos cenando, porque oye, son 0,57 céntimos.

Llamo por teléfono para, entre otras cosas, hacer saber que estoy en el mercado, más o menos libre. El sólito ritual. Qué tal, bien, ¿tú?, me mudé, y bien, ¿y tu hijo?, ¿te come, te duerme?. Cuelgo dándome cuenta de que la llamada no sólo no ha servido de nada ("lo miro, corazón, no te preocupes"), si no que además he padecido una absorción vampiresca de información sin recibir, de la otra parte, lo propio. Me he quedado sin mi info, sigo igual que antes y allí está, en el otro lado, el que se va a su casa con un poquito más para él.

Y lo cuentas y palmadita: no seas tan idealista, tía. Y te da por quedarte con los ojos como naranjas, porque no te parece que fuera idealismo de lo que estabas hablando. Ojalá.